¡Mensajeros de tendencia que no copistas señores!, maestros y sempiternos aprendices arropados por el pasado, cazadores de sonrisas y sedientos de reconquista.
El pasado 18 de Noviembre, los alumnos de la Escuela de Hostelería de Guayente, tuvimos la oportunidad de asistir a una demostración del proceso creativo desencadenado, de cara a materializar varios de los platos ofrendados en el mencionado restaurante.
Respeto, mucho respeto por la tradición gastronómica aragonesa y solado imprescindible antes de sumergirse en la alquimia de los nuevos fogones. Y nada de guardar con celo los litros de ilusión exprimidos, horas vivas que no muertas al amparo de los que sientan precedente, sino de compartir y hacer partícipes a aquellos que a sus mesas se arriman.
Su carta… vayan, descúbranla y organolépticamente déjense ser mimados. Tan sólo levantar una vez el telón para hacer mención a un postre, ecuación armónica en la que sus dispares variables, sensibilidad, cariño, ilusión, conocimiento, tradición y tecnología dan como resultado dos palabras, un vínculo que antes, hoy y mañana no debemos nunca de olvidar…
El hombre y la tierra.
Una acción transmitida, bajar la ventanilla, parar el coche, reconocer un olor, el humus del bosque, recoger la esencia y hacerla partícipe del mismo.
Creo eso lo dice todo.
Nos vamos, viajar, viajemos con la capa de la ilusión y siguiendo el sendero lorquiano… Cirio, candil, farol y luciérnaga.
Un alumno de 2º de cocina y gastronomía:
Alias Homo viator.